Por Marce N. Méndez

«La felicidad no depende de los otros o de la mera concresión de nuestros deseos» señala el sistema budista. De hecho, ser feliz en un mundo de impermanencias, para el budismo es una empresa casi imposible de alcanzar,  pues nos es muy difícil encontrar la felicidad en lo que por esencia es inestable y está destinado a cambiar inexorablemente.

Todo en el mundo objetivo nace, se desarrolla, madura y finalmente muere. Por causa de esta impermanencia, hoy disfrutamos de algo y mañana, posiblemente no. Por eso el budismo afirma que nada nos pertenece realmente en el mundo transitorio, en el mundo de las causas, empezando por la vida misma y todo lo que de ella depende. Y, si nos queremos aferrar a las cosas -objetos, afectos o personas- pensando que ahí vamos a encontrar la felicidad, vamos directo al sufrimiento porque desde el momento que están manifestadas y «encarnadas» están condenadas a morir o desaparecer.

Por otra parte esta filosofía afirma que la felicidad tiene que ver con estar bien con uno mismo, porque para que sea real para que ese estado sea verdadero, debe tener una causa independiente, algo que exista por sí misma, que no dependa de nada ni de nadie. Estas enseñanzas antiguas afirman que la felicidad está en nosotros mismos, cuando descubrimos quiénes somos realmente, cuando direccionamos nuestras energías hacia algo que nos trascienda, cuando en la vida elegimos hacer las cosas bien…

En occidente tendemos a buscar la felicidad «fuera» de nosotros mismos, perdiéndonos, saliendo de nuestro eje, escindiéndonos de nuestro verdadero ser; y, aletargados y confundidos, caemos en la Gran Ilusión generando el peor de los sufrimientos: la separatividad por egoísmo, causa del mayor mal en la humanidad.

Para esta disciplina, la felicidad no tiene que ver con los opuestos: deseo y satisfacción, porque esto es entrar en un sinfin que nos enloquece -siempre me da la imágen del perro que quiere morderse la cola-, círculo vicioso donde vivimos esclavizados gran parte de nuestras vidas. Para el budismo, los deseos nos esclavizan al mundo materialista -como un aspecto de Maya- y no nos permiten disfrutar de la profundidad del significado de la vida.

Ser felices entonces, no tendría que ver con la satisfacción en sí, sino con no generar más deseos, liberarnos de éstos, saliendo del mundo ilusorio de los sentidos y haciendo contacto con quienes realmente somos, para darnos atención y respeto, ejecutando acciones que beneficien a la mayoría de las personas, liberándonos del estado de egoísmo, causa primera de dolor.

Amor es Unión…

Busca el amor dentro tuyo, descubre quién sos, brindate a todos los seres por igual y haz el bien… No hay felicidad superior a la que tienes guardada en tu interior…

Haz contacto con tu Alma, distribuye amor a los seres y anímate a Ser.