por Marce N. Méndez
Muchas veces nos quejamos porque creemos que no somos felices… tenemos cierto bienestar, pero sentimos que no nos alcanza. Vivimos disconformes porque creemos que la vida nos puede dar un «extra», un «plus». Entonces queremos más, buscamos aquí, allá y nada. No pasa nada… Es como si necesitáramos algo que nos motive, nos movilice, que genere en nuestro cerebro ese estímulo que nos haga ver el mundo diferente y nos de una dosis extra de felicidad. Y buscamos hacia «afuera», pareciera que tenemos enraizado en nuestros inconscientes la funesta idea que la felicidad viene desde el «afuera» en un envase inalcanzable, como que este estado está fuera de mí, que depende de otros o de otras circunstancias. Error!!!
En un estudio sobre este tema de la felicidad que realizaron profesionales de la salud de la Universidad de Harvard, se concluyó sabiamente que la felicidad está directamente relacionada con los niveles de expectativas que tenemos de las cosas, de los sucesos, de las situaciones y/o personas. Es decir, si nos vamos de vacaciones, será «buenas» o «malas» según las expectativas que tengamos de éstas. Lo mismo un trabajo, un matrimonio,la relación que tenemos con nuestra familia, pareja, etc. En definitiva, no es el hecho en sí mismo lo que nos afecta, sino lo que estamos esperando de él.
Racionalmente sabemos que la fantasía supera siempre la realidad… Entonces me pregunto ¿cuánto de infelicidad «real» hay en nuestras vidas? ¿Cuánto de deseo, exigencias, demandas, fantasías nos llenan la cabeza y no nos premite disfrutar espontáneamente el presente, las relaciones, los afectos?
Los budistas hablan de ser frescos, espontántes, permeables a lo que nos depara la vida, es decir, al presente. El pasado, fue. El futuro, no llegó todavía. El instante del presente, efímero, intangible es lo único que nos pertenece… Tener pensamientos, deseos -fantasías- o expectativas inalcanzables que nos condicionan la forma de apreciar lo que la vida nos da es muy poco inteligente y nos causa mucho dolor y desgaste. En oriente se dice que ser esquemáticos es negativo, porque en el esquema se esconde la rigidez de la muerte; en cambio en la flexibilidad está la vida, es un concepto que tiene que ver, en occidente, con la resiliencia, es decir «la resistencia del material»; dicho de otra manera, es probarse a sí mismo, animarse a Ser. Como los juncos… que soportan la presión del el viento y la lluvia doblándose hasta tocar el suelo… Se doblan, pero no se quiebran.
Particularmente considero que la felicidad es un estado mental, por lo tanto no depende de los otros o de la mera concreción de nuestros deseos. Pensemos… cuando logramos superarnos a nosotros mismos, cuando salimos de nuestras «necesidades» y ayudamos con el corazón a las personas que más necesitan, cuando creamos o inventamos algo, cuando rompemos el molde, cuando le encontramos la solución a un problema «eterno», cuando resolvemos algún conflicto, cuando somos útiles para que otros se sientan bien… ¿No nos invade una sensación increíble? ¿Esa sensación… que tiene que ver con «Ser», no es lo más cercana a la «felicidad»?
Creo que si buscamos la felicidad en el deseo y la satisfacción, estamos perdidos. El deseo y la satisfacción son opuestos que se unen formando un círculo vicioso, una trampa mortal, donde, si no nos damos cuenta a tiempo, si no aprendemos a elegir y pensar por nosotros mismos, podemos vivir esclavizados a ellos toda la vida, creyendo que somos los reyes de universos que tenemos todo lo que queremos y en realidad, somos esclavos descerebrados de deseos que dejamos que tomen el control; convirtiéndonos en minusválidos mentales, haciéndonos perder la autonomía, el discernimiento, la voluntad -que es la energía del alma- y el propio pensamiento que nos define como humanos. Cuando el deseo es desmedido nos hace descender de nuestra escala evolutiva, perdiendo nuestra esencia, adormeciendo nuestra alma y transformándonos en animales con reflejos mentales, lo que nos convierte en seres mucho más peligrosos y destructivos que nuestros queridos bichitos.
Para el budismo, los deseos nos esclavizan al mundo materialista, nos adormecen y no nos permiten descubrir el significado trascendente de la vida, eso que nos va a dar el sentido de la existencia y nos puede ofrecer un propósito de vida. Ser felices, entonces, no tendría que ver con la satisfacción de los deseos, sino, con no generar más deseos. En realidad somos verdaderamente felices cuando logramos liberamos de ellos.
Aprendamos a estar bien con nosotros mismos, no nos olvidemos que la convivencia más compleja es la propia -uno consigo mismo- y cuando no podemos ver que estamos desandando el camino, tendemos a mirar a los costados y buscar culpables… No es así… Volvamos al centro. Quedémonos quietos y en silencio escuchemos el sonido insonoro de nuestra alma tan postergada a ver qué nos dice. Sólo cuando alineemos nuestras fuerzas con su mandato, reencontrándonos, alcanzaremos esa sensación de satisfacción.
Es simple… la felicidad es hacer el Bien.
Se bueno, da lo mejor y disfruta cada momento!
Hagamos la diferencia!!
Yo amo meditar
Comparto los conceptos acerca de la felicidad.Es un estado de paz interior,más allá de las dificultades que podamos tener.Es idear proyectos alcanzables y tratar de realizarlos.Es no dejar que el mundo consumista nos inquiete con sus cantos de sirenas.Es darse al prójimo y sentirse pleno.Es amar al ser humano sin distinción de raza ni posición social.Es sentirse parte del todo universal y respetar la creación.Es sentir que respiro y agradecerlo;saber que vine aquí con una misión y descubrirla.Sentir que toda mi vida tiene un sentido y que no tiene final,porque soy un ser trascendente.Todo eso es para mí la felicidad y nunca es tarde para experimentarla.Yo lo hice recién a los cincuenta años.¡Miren si me hubiera muerto sin saberlo! Sería imperdonable.
Hola amiga!!! Celia,,, qué hermosas palabras!!!
Gracias desde el corazón por el comentario.
Un beso y abrazo a la distancia!!!